28 jul 2010

El espíritu Jamal.

A pesar de algunas críticas, que por técnicas y frías, sólo ponen de relieve lo cerrado que se está a ver más allá de lo obvio para cualquier cinéfilo experto, por fortuna hay otras que reflejan con bastante neutralidad que esta proyección no es la panacea, que tiene bastantes defectos como obra del séptimo arte, pero que también tiene aspectos francamente interesantes.



La forma en que se mezclan la fantasía y lo que llamamos realidad, el lugar donde el guionista y/o director ponen el acento en lo que se narra, tiene todo que ver con su puro y duro psiquismo. Y eso pasa no sólo con estas filmaciones, sino con todo, pues cada uno vive dentro de su propia película como decía en la entrada anterior.

Sin embargo también muchos creen que su punto de vista es más objetivo que el de otros, que no se dan cuenta de lo que ellos sí se la dan.

Objetividad. Como si eso fuera posible en un mundo puramente relativo en el que el predominio de algo siempre va a depender de que los individuos se pongan de acuerdo. Si bien la mayoría olvida que sólo es eso, un acuerdo, puede que mayoritario, pero que por suerte no representa la realidad con mayúsculas. Y digo por suerte porque me alegra y me alivia no olvidarme de que el hombre no es la medida de todas las cosas.

Lo que llamo el espíritu Jamal es la clase de honestidad que practica ese personaje inventado, reflejo de tantas cosas que pueden vivirse juntas o por separado. No es ni mejor ni peor que otras, es sencillamente incólume, inasequible al desaliento. Para mí, todo un símbolo cuando el miedo instaura su reino y de una u otra forma se refleja en el modo en que los individuos eligen sobrevivir a él.

Me ha parecido entrever en la historia una nueva versión de Caín y Abel más acorde con lo que vivimos ahora: a pesar de todo, los hermanos se amaban por encima de cualquier otra cosa que afectara a sus vidas.

Veo la nobleza de Caín en su egoísmo, como veo la pureza de Abel en su ingenuidad malherida e inconsciente del peligro, hasta el punto de que por salvar a una niña, su amiga, el tercer mosquetero de la historia de miseria que llevaban, pretendía morir él mismo. Y fue su hermano y a la fuerza, el que le libró varias veces de perecer literalmente en sus empeños, tan ciegos de honestidad, que secuestraban toda posibilidad de ser útil en algo.

No sé si eres un buen chico, pero al menos eres sincero, le dice, quizá con otras palabras, el policía que escucha su historia cuando es detenido por parecer sospechoso a todos que un simple empleado del té, obtuviera en un concurso de gran audiencia, más rupias de las que jamás ganarían muchos miles de ciudadanos juntos.

La negatividad parece ganarnos la partida por momentos a un nutrido número de humanos, al complicar la sublime sencillez de la vida con nuestras desatinadas interpretaciones. Por eso no puedo negar que películas así, por muy "mal" hechas que estén para los que miran con lupa estas cuestiones, den ganas de terminarla bailando; que es el mejor modo de acabar una historia que en el fondo no es más que una imagen ideal e inspiradora que hará vibrar a quienes les toque el corazón de lo auténtico.

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Dibujo tomado de Internet.

1 comentario:

PazzaP dijo...

añil dijo...
Gracias, me has ayudado mucho.

Un beso

29 de julio de 2010 07:42

PazzaP dijo...
:) Gracias a ti.
Otro beso.

2 de agosto de 2010 11:29