27 jul 2010

Los vivos muertos de mi memoria.

Los vivos que parecen muertos en mi memoria, no lo están si lo pienso con calma. Pero si dejo que el dolor de creerlos así se haga grande, proyectará una imagen irreal en mi recuerdo que me los mostrará como un sufrimiento perenne.

Cuando conozco a una persona cuento con que sólo tengo una imagen perceptiva más o menos dinámica en función de mis pensamientos acerca de ella. Pensamientos en los que mi propia imagen también estará involucrada; pero en ningún caso abarcará a esa persona entera por mucho que me parezca conocerla; ni tampoco a mí misma, por cuanto yo también sabré que sólo soy otra imagen para ella.

Es un hecho que si cuido de su libertad, que indirectamente es la mía también, si le profeso un amor incondicionado al sujeto inspirador de todo eso (en lugar de dejar que se convierta en un 'objeto' presa de mis necesidades más inveteradas y hondas) permitiré que se desarrolle toda una película en la que se muestre y me muestre lo que hay, tratando de disfrutar de un modo genuino tanto su presencia como su ausencia.

Conforme van entrando en juego las tías: la empa, la simpa y la anti, según me inspiren las vivencias compartidas, y más aún de acuerdo a los deseos, las necesidades, los apegos y las iras - algunos subterfugios del miedo, la otra gran fuente de emociones, junto al amor- yo misma iré grabando en mi memoria la película de ambos, como un auténtico director de cine.

¿Y qué grabaré...?

Para empezar, tengo en cuenta que ahora todas las proyecciones estarán servidas, y que yo sólo las iré escogiendo según las gafas interpretativas con las que mire mis circunstancias en aquellos escenarios que compartamos. O que no compartamos, pues en el no hacerlo mismo, sé que se alojan las sombras de lo que más deseo, y al no estar presente el otro para detenerme, puedo irme muy lejos imaginando; y, sobre todo, dándole una realidad que en muchos casos, si no en la mayoría de ellos, sólo ha ocurrido en mi cabeza.

Por otro lado tengo dos cerebros: el izquierdo, masculino, racional y lógico; y el derecho, femenino, intuitivo y amoroso. Y sé que a veces tengo pruritos que los desequilibran, cuando es importante que estén compenetrados. Por ejemplo, poniéndome racional cuando la intuición sería más útil a mis propósitos; usando la lógica cuando es prioritario que sea amorosa; o empleando en la pose mi mano derecha (la que controla el lado izquierdo de mi cerebro) cuando es la izquierda la que haría los milagros más auténticos, menos condicionados por las necesidades psicofísicas de un ego egocentrado.

Y, para terminar, tengo una pantalla perceptiva que con sus seis reglas me dice que desconfíe de la presunta objetividad de la realidad que "vemos":

1. Todo el mundo tiene una.
2. Cada cual sólo puede ver la suya.
3. Nadie puede conocer todo lo que hay en la de otro.
4. Nadie puede comunicar plenamente lo que hay en la propia.
5. No se puede creer automáticamente lo que la pantalla muestra.
6. Los críticos sólo pueden criticar lo que ven en la suya.

A las que añado la 7ª por ser un número que me interesa: Quien no se da cuenta de estas reglas vive más confuso al identificar 'su realidad' con la realidad del mundo y de la vida.

Si todo eso se interpone en una imagen pretendidamente fidedigna ¿cómo no lo voy a tener en cuenta cuando decida considerar muertos en mi memoria a los que amo? ¿No es más cierto entonces que de alguna forma yo también he contribuido a que "se mueran", haciéndole más caso a mi corazón dolido, a sus proyecciones erradas, que a cualquier otra posibilidad de considerarlo, por tanto recrearlo?

Humana trinidad.
Hay tres pulsiones básicas: el apego, la cólera y el miedo. Dan vida a tres personajes que inconscientemente interpretamos: el salvador, el verdugo y la víctima. El salvador se muestra con apego; el verdugo se muestra con rabia; la víctima, con miedos irracionales. Podemos ir deprisa de un personaje a otro o hacer que alguno de ellos prevalezca. Pero hemos de saber que quieren poseernos porque no somos ninguno de ellos, que nos habitan como si fuesen huéspedes, bacterias, pesadillas… Como una ideología o su contraria. Podemos observarlos en cuantos nos rodean. Y cuanto más nos molesten en el otro será porque son más nuestros. Dejaremos de sufrir cuando abandonemos esa humana trinidad en el escenario, y cese el viento que arrastra obstinaciones por nuestra mente. Sólo entonces descubriremos la libertad y el amor. La libre voluntad de ser uno con el otro.
Ricardo García Nieto.


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Dibujo tomado de Internet


A propósito de una entrada de Firenze.

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