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Caloi |
La ¿dificultad? del Zen es que para la mente racional representa una
"lógica" a la que parecen faltarle premisas; y para la mente emocional sus frases pueden resultar en exceso crípticas.
Se me ocurre que para ¿remediar? tal
"cojera", cada una de esas partes mentales tendría que aportar su pata a la ecuación,
atención/intención, tan olvidada ella y al tiempo tan necesaria para manejar una vida congruente con quien a uno le dé la gana ser, si es que le alcanza serlo.
Se me ocurre también que sin la atención y la intención consensuadas en uno mismo y en la interacción con el otro, antes o después le provocará un ir a la ¿deriva? en lo cotidiano, así como en el cómputo de sus semanas, meses o años.
Claro que la sensación de ir a la deriva puede ser incluso deseable; o parecer a bote pronto bastante inevitable. Dios me libre de apuntar a lo contrario... porque a veces ciertas formas de vivir la vida y de vivirse en ella, me resultan francamente complicadas. Aunque, ¿paradójicamente?, las más de las veces que yo haya visto, entre las cuales he de incluirme, pertenecen a seres que gozan de bastantes privilegios en el conjunto global de los dones del planeta. Privilegios siempre relativos en un contexto egóico u
obliguil.
Sin embargo, a mí me pasa que tengo que entender lo que vivo, así como comprender lo que entiendo (algo así como sentir, pero con inteligencia, y esto no es negociable) siquiera sea intuitivamente, para quedarme en paz conmigo misma y con las circunstancias.
Hace tiempo que creo, y no digo nada nuevo, que la felicidad, en tanto actitud, es imposible sin paz emocional. Con eso no sostengo que la paz emocional necesariamente haya de estar reñida con la intensidad ni con la cantidad de experiencias emocionantes; a condición, me parece, de que uno sepa manejarlas. O no sepa pero no le importe darse porrazos.
Porque... si le importa..., entonces no sé por qué no ha de considerar sus errores como benditos ensayos para calibrar un manejo de esas experiencias más acorde con su grado de tolerancia sensible, en lugar de muescas indeleblemente vergonzantes que le denigran o anulan de alguna forma.
De otro lado se sabe, aunque no todos lo hayan razonado por sí mismos, que los estímulos repetitivos producen un mayor y más rápido acostumbramiento a la sensación que nos desata. Y eso, ¿menos mal?, rige tanto para el dolor como para el placer. Todo lo cual implica que: o bien aumentamos algún parámetro (velocidad, intensidad, ritmo...), o bien cambiamos de estímulos. De lo contrario, el hastío como poco será bastante probable.
Qué se le va a hacer. Son gajes del oficio de sentir como prioridad en la vida...
A lo que iba, que desde las ramas me he ido a otros troncos: que el Zen es endiabladamente inasible si se quiere interpretar desde uno solo de nuestros hemisferios.
La mayor ventaja que le encuentro a esa dificultad es que es ella precisamente la que mantiene sus mensajes frescos y libres de nuestras manipuladoras y/o corrosivas
manazas interpretativas.