24 sept 2010

XVIII. A mí, ante mí, conmigo, contra mí, de mí, desde mí, en mí, hacia mí, hasta mí, para mí, por mí, según yo, sin mí, sobre mí, tras de mí.

Preposición. (Del lat. praepositĭo, -ōnis).
1. f. Gram. Palabra invariable que introduce elementos nominales u oraciones subordinadas sustantivas haciéndolos depender de alguna palabra anterior.

Digresión: Leyendo hace un instante acerca de las leyes de la gramática para introducir mi entrada, me he dado cuenta de por qué no he estudiado nunca filología... También de por qué me gusta picotear, como en un bufé libre, de todos los sabores, colores y texturas sin entrar a atiborrarme de ninguno. Y de por qué mi plan, parece, es seguir comiendo de todo, no hacerme adicta a ningún objeto del saber, dado que mi estructura cerebral y mental no está diseñada para eso.

Por otro lado, mi cociente intelectual está poderosamente mediatizado por ciertas emociones, en el pasado muy limitantes, que aún lo mantienen como en una bruma de energía perezosa que lo adormece.

Limitante: Limitador: Que pone límites. Dispositivo mecánico o eléctrico que impide sobrepasar ciertos límites en el consumo o en el uso de cualquier energía.

Mecánico: mi cuerpo, en tanto no se mueve en pos de los objetos que pienso; sean objetos propiamente dichos, o preferiblemente para mí, sujetos.

Eléctrico: la parte intelectual de mi cerebro, en tanto no genera ideas que activen deseos; o en tanto genera ideas que mueven emociones sobre las que, en circuito cerrado, me muevo indefinidamente; lo que dicho en lenguaje llano se llama rallarse y en lenguaje médico neurotizarse.

Hace un año el día 8 de Octubre, en sincronización con la cita bloguera de este año para hacer entradas sobre la convivencia, escribí a unos amigos sobre esa actitud de neurotizarse, tan mía:

Queridos amigos:
No sé vosotros, pero yo cuando veo imágenes como esas, no me atrevo a sentirme ni pequeña ni grande, sino todo lo contrario.
Si las miráis antes de continuar leyendo, quizá encontréis más sentido a las palabras que siguen.




Me quedo muda, admirada, aliviada, agradecida y… en fin… mucho más consciente de la relatividad del contexto en el que por estrecho unas veces me cuezo y otras me frío como en aceite hirviendo.

Y es que… ¿¡qué demencia más oscura me embarga a veces!?
¡Qué absurdo modo de neurotizar algunas de mis ideas de tanto darles vueltas!

Antes de hacerlo debería viajar lo menos a Antares, que me han dicho que la densidad de hostilidades es menor…

Si elijo sentirme entre arenas movedizas no sirve de nada nerviosear mi pensamiento y agitar brazos y piernas, pues mi energía remaría hacia el fondo.

Si elijo sentirme en un océano inexpugnable, me estoy contando que tal vez tarde algunos años luz en estar en paz conmigo y con mis circunstancias, pero al menos no pensaré en zozobras, sino en búsquedas algo prolongadas. (Nota de hoy: ya, ya sé que los años luz no son medida de tiempo, sino de espacio, pero valga como metáfora.)

Pero si abrevio y resulta que todo se reduce a aquellas cosas con las que yo elija identificarme de entre las opciones disponibles, ¿no será mejor que me lo ponga lo más fácil posible cada vez, dentro de la dificultad de moverse en este magma bestial de relaciones emocionales que conforma la raza humana?

Pues eso me digo: a remar lo que sepa y a fortalecer el espíritu con estímulos que traduzcan lo amoroso. (Nota de hoy: Eso me recuerda a algo que dijo Marié Morales en su blog: No conozco otra forma de desarrollar músculo que ejercitar músculo.)

De tan ansiosa como era, ya apenas me quedan prisas, pues el único viaje que puedo reconocer como mío es el interior. Y en el viaje de fuera, tan complejo y espeso como lo hacen los albedríos humanos, aprovecho para perdonarme, a través de los otros, mis espejos hermanos, lo que dentro de mí aún no concibo.

Si ya voy viendo que esto es lo que básicamente para mí representa el mundo: una especie de guardería donde estamos unos millones de dioses niños de todas las edades y rangos de egocentrismo, intentando abrir su consciencia al Amor. Unos sabiendo que quieren, otros queriéndolo de hecho, y otros pasando el tiempo sin darse cuenta de que antes o después habrán de quererlo por mucho que se empeñen en malosear. Porque en definitiva… ¿hay alguien que no anhele el Amor, más o menos rendido a su anhelo, más o menos en un pulso inconsciente?

Y si ya lo voy viendo, decía, ¿no será mejor que pare los motores y me deje ir al pairo de mis intuiciones, usando la energía que destinaba al sufrimiento en practicar la paciencia más consciente y necesaria?

Viendo esas imágenes, no tengo problemas, sólo ignorancia del Todo y de lo que yo pinto en él.

**

Volviendo a lo de neurotizarse,¿querrá eso decir que el párpado de mi consciencia aún permanece apenas entreabierto en tanto mi afectividad representa mi mayor prioridad en la vida?

Reformulo: ¿querrá eso decir que antepongo rellenar mi fosa afectiva como condición para decidirme a remontar las olas de las experiencias, sean físicas o intelectuales?

Si eso es así, ¿cómo espero, si no remuevo energías propias, que me digo no tener con censuras que las traban, interactuar con el medio relacional en que se hallan los otros, con  sus propias energías reflectoras y despertadoras de las mías?

Repito: ¿Cómo remover energías propias si por mor de esa bruma no siento que las tenga?

¿Es eso quizá lo que me mantiene en una actitud pseudopasiva a la espera de que el devenir 'me toque'?

Tocar: (De la onomat. toc).
1. tr. Ejercitar el sentido del tacto.
2. tr. Llegar a algo con la mano, sin asirlo.
6. tr. Dicho de una cosa: Tropezar ligeramente con otra.
7. tr. Golpear algo, para reconocer su calidad por el sonido.
8. tr. Acercar algo a otra cosa, para que le comunique cierta virtud, como un hierro al imán, una medalla a una reliquia, etc.
9. tr. Ensayar una pieza de oro o plata en la piedra de toque, para conocer la proporción de metal fino que contiene.
10. tr. Alterar el estado o condición de algo.
11. tr. Saber o conocer algo por experiencia.
12. tr. Estimular, persuadir, inspirar. Le tocó Dios en el corazón. Tocada el alma de un alto pensamiento.
13. tr. Tratar o hablar leve o superficialmente de una materia sin hacer asunto principal de ella.
16. tr. Mar. Empezar a flamear una vela que va en viento cuando comienza a perderlo.
17. tr. Mar. Dar suavemente con la quilla en el fondo.
18. tr. Pint. Dar toques o pinceladas sobre lo pintado, para su mayor efecto.
20. intr. Pertenecer por algún derecho o título.
21. intr. Llegar o arribar, solo de paso, a algún lugar.
22. intr. Ser de la obligación o cargo de alguien.
23. intr. Importar, ser de interés, conveniencia o provecho.
24. intr. Dicho de una parte o porción de algo que se reparte entre varios, o les es común: Caber o pertenecer.
25. intr. Dicho de una cosa: Caer en suerte.
26. intr. Dicho de una cosa: Estar cerca de otra de modo que no quede entre ellas distancia alguna.
27. intr. Dicho de una persona: Ser pariente de otra, o tener alianza con ella.

¿Y por qué no le 'toco" yo a él más intensamente para que me replique como yo quiero?

Porque cuando lo hago, las réplicas no se parecen a lo que espero.

Lógico que no se parezcan cuando el hambre de mi afectividad es el filtro que utilizo para seleccionar las prioridades de mis percepciones.

Digresión de la digresión:

Nebroa, que tiene un blog, dijo en una entrada: Ojalá todos los días pudiera vivir algo por primera vez... Como hoy...

A lo que Robert, que no lo tiene, respondió: A partir de una edad se hace cada vez más difícil, y eso mismo lo hace más especial.

A lo que yo puntualicé: Y a partir de otra edad se te hace más fácil. Justo cuando comienzas a darte cuenta de que complicarlo es un error que puede costarte la vida

A lo que Nebroa replicó: (...) yo quiero que me cuentes tu comentario con más palabras, para entenderlo mejor, vienes?


Nebroa: No sé si te he respondido de alguna manera, pero lo que siempre quiero decir, lo diga o no, es que neurotizarse con uno mismo por mor de una afectividad desierta, complica innecesariamente la vida haciéndote perder muchos años de la misma en la búsqueda de algo que, lo admitamos o no, depende única y exclusivamente de la propia libertad y de la responsabilidad que tenemos sobre ella.

La vida es una pizarra en blanco con algunos relieves de serie, sobre la que vamos pintando los nuestros como y hasta donde nuestra imaginación nos arrastre, o si lo prefieres, nuestro sueño. No hay más que soñar y ejercitar los músculos que hacen tangibles sus imágenes. Que es lo mismo que me dijo una profesional de la psicología humana: hay que hacer, haciendo. Lo demás, es complicarse la vida y, en el entretanto, perderla.

Quizá tengamos más: siete, como los gatos. Quizá no. Pero mientras lo averiguamos, ésta se va consumiendo sin remedio entre interpretaciones ¿erróneas? de lo que hay. Y si no usamos gafas para ver lo esencial, somos presas fáciles de miopías, presbicias y estrabismos.

***

Y fin de la entrada, a pesar de no haber hablado de las preposiciones que introducen lo que yo quiero, sea o no compatible con lo que yo soy de todas formas; lo sepa o no, lo nuble o no, con lo que creo que soy, tan confundido a veces con lo que yo tengo.

Tal vez la continúe otro día, que no quiero cansar a los presuntos y seguro que arrojados lectores de mis letras.

16 sept 2010

La Libertad y el Amor (VII). Esta es mía.


Ya se sabe... de San Intenet


No soy tan inconsciente que no me dé cuenta de que en esta vida relativa experimentar esa libertad y ese amor del que habla Consuelo suena extraterrestre, utópico, quimérico, fantástico...

Precisamente por ese relativismo, me gusta la imagen que inspira. Me gusta tanto que creo que es la única que merece creerse cierta; por ahora al menos; y me temo, en el buen sentido, que tal vez por mucho tiempo; y eso aunque algunos digan que éste, el tiempo, no existe; y otros que es la cuarta dimensión (?)...  Ya... Cosas de mi ignorancia, no importa ahora si mi escuálido saber científico no me permite ahondar por ahí.

Y así, cada vez que sienta que se cierran sobre mí las columnas de mi océano emocional, momentáneamente levantadas por un fuerte ideal espiritual de confianza y serenidad, no temeré más que vaya a ahogarme. O sí. Vale... Lo temeré como parte del juego si eso es lo que elijo. Pero allá sumergida, como la mutante que soy, sirena de la profundidad de mi ser, usaré branquias para hacerme al medio y seguir viendo lo que sea menester, porque no voy a seguir ignorando el hecho de que hasta que no lo haga, no permitiré que deje de atormentarme todo lo que no quiero ver.

Aprendo mucho de la lectura de mis compañeros virtuales. No sé si mejor que de la de mis compañeros ¿tangibles...? Sí, sí, no dudo de que lo sean. Tangibles, me refiero. A veces. Muchas buenas y gratas, aunque por ahora breves y bastante limitadas, en tanto yo misma así me siento. 

No sé si mejor, decía, pero sospecho que probablemente igual, sólo que de distinta manera; por otro de los muchos vericuetos incontables. De todas formas, por ahora, estas son las únicas relaciones que tengo con las que me siento más libre en todos los sentidos.

Ya... Supongo que es cosa de la neurosis humana de la que, confieso, me he contagiado hasta la médula; algo porque la llevo en mis genes, y bastante porque el ambiente que ha influido con prioridad en mi vida no ha podido sino ser el que ha sido. Ni mejor ni peor que otros, tan sólo diferente; y, para mi desconcierto, bastante privilegiado; cosa de la que no me he dado cuenta hasta hace bien poco.

No, no voy a confesar que ese privilegio me viene de fuera. Precisamente ahora que el vacío más vasto inunda mis días. Sé que dentro de mí todo me ha parecido muy complicado siempre. Por eso, cuando un día leí que no había ni dentro ni fuera de uno mismo, algo encajó con un agridulce alivio entre mis percepciones, porque vi en eso una luz en mi profundo desconcierto. La luz de esa bombilla que suelen poner en las galletas de los cómics. Y aunque me dije un eureka muy bajito, era algo; mucho más de lo que había tenido jamás. Y pese a mi impericia, yo siempre he estado abierta a lo que ilumina mi pensamiento. En tanto quedé atrapada en él, sólo sentir, como tantos aconsejan, no podía servirme para trascenderlo.

Como he reconocido tantas veces en este blog, pensar y sentir tienen que ponerse siempre de acuerdo para vivir. Sólo sentir para no volverse loco haciéndole demasiado caso al pensamiento, no es para mí ni para muchos la solución a los conflictos que nos roban la paz emocional. Pero bueno, yo ahora sólo quiero hablar de mí, así que dejo a los demás sus propias elecciones, porque ya sé que las palabras no sirven para nada si no nos procuran la satisfacción. Servir, sirven, claro; a muchas causas, pero si el saldo de nuestro amor propio está en rojo, no representarán más allá de una evasión de lo que hay; sea esto lo que quiera que sea para cada cual, lo que hay seguirá siendo, con o sin concurso de uno mismo.

Volviendo al  núcleo de la entrada, no temeré más estar sumergida si es lo que me toca. Porque aunque sea bien cierto que podría sumarme a la cruzada de la esperanza rota de algunos de mis compañeros de vida, o dejarme llevar por los cantos de sirena de otros, cuando nada parezca tener sentido y cuando todo parezca hundirse bajo mis pies, ese amor del que se habla en ese libro, tiene el suficiente oxígeno como para no ahogarme en los días que me queden por experimentar, en esta, mi relatividad.

Lo que cuenta Nebroa en su entrada lo confirma por enésima: la percepción es selectiva. Y yo no voy a creer todo lo que ella me diga, sabiendo que su sesgo es una espada de doble filo de lo más sutil y perniciosa.

Porque no hay nada peor para limitar la consciencia, que creer que aquello que la percepción me aporta tiene la última de las palabras, el último de los sentidos; cuando sé que la consciencia, por lo menos para este mundo relativo, inspirado por lo que pienso y por lo que siento, no puede, no debe, y no tiene más bemoles que seguir creciendo. Conmigo o sin mí, eso es bien cierto.

13 sept 2010

La Libertad y el Amor (VI)

Tomada de Internet



(…) Me puedo enamorar de muchos objetos al ver el reflejo del amor en ellos, personas, paisajes, obras de arte. Me enamoro de la sonrisa de un niño o de la puesta de sol entre las montañas. Pero, ¿qué sucedería si, desengañado de los objetos de amor limitados volviera mi mirada hacia el amor mismo? No sería necesario empujarnos para amar el amor. En el momento en que lo descubra me enamoraré irresistiblemente de él.

El amor no está condicionado a nada exterior. Y si viéramos que una persona, por la plenitud que expresa, por su libertad y amplitud de conciencia, por la pureza de su mente, vive el verdadero amor, nunca habría que imitar lo que hace, porque no añadiría nada a nuestra comprensión actual. No nos sacaría de la ignorancia.

Lo que sería inteligente es hacer la investigación en nuestra conciencia para llegar al amor, como aquella persona con seguridad lo hizo. Nadie puede ahorrarnos esa investigación. Es necesario abrir un camino inteligente. Y si lo abrimos, encontraremos que ningún esfuerzo es necesario para amar, porque el amor está ahí siempre. Nos parece que está en otro lugar, en otra persona, que hay que alcanzarlo. Pero ¿cómo lo alcanzaríamos si no estuviese en ningún lugar, si nosotros mismos fuéramos el amor que anhelamos? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que no se puede conquistar el amor porque es lo que somos?

Todo lo que se ha ido adhiriendo a nuestra mente a lo largo del vivir, ha ido formando una imagen de lo que el amor significa para nuestra vida. Pero hasta eso ha de ser demolido, aunque temamos que nuestra vida sea arrasada junto a ello. Se ha llamado renunciación a esta limpieza de prejuicios o errores.

(…) La renuncia es la vivencia más satisfactoria por la que un ser humano puede pasar. Es una liberación, es sentirme libre para ser lo que soy. No hay represión en el renunciar verdadero, sino expansión sin límites. No hay que desasirse del amor humano, sino purificarlo, tal como hacían los alquimistas cuando buscaban el oro en estado puro.

La verdadera felicidad está dentro de mí, impulsándome hacia aquel misterioso descubrimiento de encontrarme con lo que soy. Es mi propio ser. Aceptaré esto al verlo con claridad y aún con la simple intuición, porque mi corazón ya sabe que es así. Mi anhelo profundo de ser, la conoce porque la soy. La conoce desde ese lugar insondable donde casi no me atrevo a penetrar. Allí donde parece no haber sino vacío.

No dejo de creer que seré feliz cuando las cosas sucedan de cierta manera. Aunque las cosas por su misma irrealidad son incapaces de tocar la felicidad que soy. Tal vez la felicidad no se presente aquí y ahora de una manera específica. Pero el manantial de toda felicidad puntual que nace en el tiempo, esa fuente inagotable que brota de mí mismo, esa no la puedo perder. Podría desde luego pensar que la he perdido. La consecuencia de este error sería desastrosa, porque viviría entonces mendigando los atisbos, los vislumbres de la felicidad que soy y no puedo dejar de ser. ¿Desistiré alguna vez de buscar la felicidad imaginada? ¿Dejaré de limitarme a formas o maneras de ser feliz? ¿Permitiré que lo que ya es y soy, se manifieste en mi vivir?

La vida está cambiando de momento a momento para liberarnos del tiempo. Pero no lo vemos, encerrados como estamos en la imagen de la felicidad que perseguimos. Queremos que nada cambie a partir de un suceso feliz. Queremos que la persona no se mueva del sitio en que la colocó nuestra fantasía, que no respire a ser posible, para que no pierda aquella imagen de felicidad soñada. A esto solemos llamar amor. Es el intento siempre fallido de inmovilizar algo que es movimiento por naturaleza, porque es hijo de la temporalidad.

12 sept 2010

La Libertad y el Amor (V)

Tomada de Internet



En el acto erróneo de separar hay conflicto inevitable. Por eso tenemos conflictos entre unos y otros amores, aún cuando nos movamos y actuemos siempre por amor. Hasta lo que nos parece más lejano al amor se hace por él. Hay quien mata o se suicida por amor. Y por amor hay quien arrastra a otros a acciones injustas. Cuando el amor está obstaculizado por ideas equivocadas se crean situaciones lamentables.
 
(…) Quizá no sea cierto que haya una persona mala o cruel si actúa por amor. Puede ser que la definamos así en relación con una situación fáctica. Pero las personas suelen ser víctimas de sus errores de visión y de interpretación. Y es a esas víctimas a las que consideramos crueles.


 (…) Si me dirijo a las personas como objetos de mi amor, las está creando mi mente. ¿Y cómo lo hace? Lo hace a través de mis necesidades. De lo que admiro, porque lo necesito, de lo que tengo y quiero continuar, de lo que me falta para completarme, de lo que temo y busco protección. Se trata de objetos de conquista, de poder, de consuelo, de protección, según los momentos. Siempre proyectaré el objeto que pienso que me falta.

¿He salido de mí al amar al otro? Muy poco o nada. Sin embargo vivo algo distinto cuando me enamoro. Si al enamorarme toco ese ámbito nuevo en el que el amor nos envuelve, ese estado tan positivo que nos arranca de nuestra rutina diaria, que nos levanta donde podemos respirar otro aire, es en sí magnífico. Pero no está exento de los matices que traza el esquema pensado a través del que vivimos. Y como este estado maravilloso está plagado de errores, como no ha sido iluminado y se ha limitado a un estallido del sentimiento, viene acompañado del miedo a perder el objeto que me lo produce. Al no haber comprendido que el amor no tiene objeto, ese ente inventado adquiere gran importancia porque es el imaginado productor de amor. No hay tal, y siempre que me confunda así sufriré las consecuencias. Aquel objeto es tan importante para mí que tengo que cuidar de no perderlo, tengo que apropiármelo y adaptarlo a mi vida, hacerlo mío. Y de esa manera provoco, como es natural, toda una serie de reacciones y conflictos que acaban con el enamoramiento.

Termina así la libertad del ser humano, más importante para él que respirar. El respirar es básico mientras tenga un cuerpo. La libertad es esencial siempre. Si por error en el amor, atentamos contra la libertad del otro y la nuestra, terminamos en el desamor. Cuando coarto la libertad del otro impido también la propia. Si no dejo que otro sea libre, yo mismo no lo soy, porque he de estar pendiente de qué hace, qué piensa, dónde mira, quién le puede separar de mí. Por este motivo la libertad del que ama y la del objeto amado se pierden a la vez. Y si los dos, como suele suceder, están en el mismo caso, mutuamente deterioran su libertad.

No nos debe extrañar que se oigan tantas quejas de que el amor es breve y termina antes de lo que imaginábamos, ideas que parecen contradecir aquello que han dicho los sabios sobre el amor eterno.

Pero en realidad no existe contradicción. Porque el amor, en efecto, está más allá del tiempo. Aunque la manera en que lo vivamos a través de nuestros errores sea cambiante, pues camina en la temporalidad. Es nuestra manera de ver las cosas lo que acaba con aquel sentimiento de unidad, lo único real.

 En un enamoramiento hemos de ver la belleza extraordinaria de la atracción a la unidad y la ruptura de los límites. Pero si es oscuro ese amor, si es un sentimiento no iluminado, si coexistiera en él los errores de separación, aquello tiene que acabar mal. Y si no acaba así tanto peor, porque entonces se estará tratando de mantener lo que no es, fingiendo, disimulando o intentando lo imposible. Un esfuerzo así, en el que se consume tanta energía, crea conflicto y todo ese malestar encubierto agota las fuerzas disponibles para vivir en plenitud.

Sabemos que la energía no nos la da la vida para dilapidarla en el conflicto de las contradicciones que el error crea. La energía se nos da para ser lo que somos, para descubrir la verdad y vivirla. Hemos de acabar con esos obstáculos de una vez. Cuando una persona sienta que no puede más con la lucha solapada tomará decisiones externas y romperá la relación. Pero inmediatamente, por sus carencias, volverá a encontrar otra pareja con distintas características y vivirá otra situación diferente, pero no menos conflictiva que la anterior. Porque mientras haya ilusión de separación, mientras la verdad no se exprese, no puede brillar el amor en libertad.

Acabar con el conflicto requiere descubrir la verdad. Se dice que las diferentes experiencias son un aprendizaje del amor. Pero nada más se da el aprender en el despertar. Y por ello, sólo aprendemos en la medida en que vivimos despiertos. Cuanto más dormidos vivamos las experiencias menos descubrimiento habrá. Porque en el sueño se aprende poco. Al vivir despiertos los retos que la vida nos presenta, el aprender puede ser cada vez más intenso.

(…) Al profundizar en lo que el amor es, encontramos un estado absolutamente nuevo, que no tiene nada que ver con el condicionamiento anterior. Por eso, desde el estado de desamor, de aislamiento, de incomprensión, de rencor, no se puede ir hacia un estado de amor, por ningún camino, método o sistema. Del desamor no se va al amor jamás. Nunca se ha llegado y nunca se podrá llegar.

11 sept 2010

La libertad y el Amor (IV)

Tomada de Internet

El ámbito del pensamiento que separa es relativo. Queremos ser libres ahí, donde es imposible. Y esa postura es falsa. En esta situación el amor no va más allá de una transacción, aunque apunte siempre a la intuida plenitud. Se habla de amor cuando se debería decir necesidad. Y las necesidades internas son mayores, cuanto mayor es nuestra ignorancia. Cada nivel relativo tiene sus necesidades propias, pero puedo estar libre de toda necesidad desde la libertad que sobrepasa todas las relaciones. En la división la dependencia es ineludible. Si quiero descubrir la libertad he de ir a la unidad.

(...) Miremos cómo nuestro vivir se ha limitado a buscar lo que nos conviene y evitar lo contrario a todos los niveles. Los placeres pueden ser físicos o psicológicos, una sensación agradable o una actitud de poder que proporciona seguridad.

A pesar de que lo biológico funciona así, como una defensa de los procesos físicos, a pesar de que nuestra mente se ha especializado en buscar la satisfacción nunca nadie ha tenido éxito en esta empresa. El éxito sería adquirir todo el placer y evitar todo sufrimiento. Pero las vidas de los humanos las encontramos entremezcladas por el dolor y el placer. Más aun, cada vez que se busca un placer conlleva una dosis particular de sufrimiento o de angustia. Es imposible evitarlo.

Si digo que unos disfrutan mientas otros sufren, es porque no he observado bien. Siempre los opuestos están en relación. Y nos movemos entre los dos, porque son los retos que la vida nos está presentando. Nos los presenta para despertar a niveles de conciencia más altos. Sin esos retos que nos movilizan con la satisfacción placentera y el desagradable dolor, ¿cómo despertar del letargo vital? Estando en este lugar es lo único que nos interesa. ¿Quién se movería, quien haría esfuerzos en un trabajo y quien desarrollaría zonas inexploradas de su psiquismo o se mantendría alerta aún cansado, si no fuera por esta tarea constante de evitar el dolor y conseguir placer?

10 sept 2010

La Libertad y el Amor (III)

Tomada de Internet


El amor inconsciente tiene todas las características que conocemos, por un lado nos encanta, nos maravilla, y por otro nos hace sufrir. El amor inconsciente conoce las infidelidades, los miedos, la angustia de perderlo y todo lo demás. Lo tememos, porque nos parece que nos frustra, que nos trae tanta felicidad como dolor.

(…) Nos frustran las ilusiones que ponemos en el amor, nuestros pensamientos, las esperanzas basadas en errores, nos frustran nuestras demandas, nuestras expectativas de que las cosas sean de una manera y no de otra.

(…) El amor, como expresión consciente, es solamente alegría, es la alegría de ser, alegría incondicionada, sin ningún motivo. Y la alegría de ser de toda la creación es el amor. Cuando somos conscientes, estamos formando parte de esa alegría de la creación, cuando somos inconscientes y proyectamos ilusiones, caemos en todos los contrastes de las ilusiones que hemos creado.

(...) En el amor no hay posibilidad de desengaño, porque no hay en él engaño. El desengaño es una buena cura de la enfermedad (…) que es el engaño. Y el engaño es, en la relación humana, el creer que el amor viene del otro, imaginar que la causa es un objeto de la conciencia: la persona que me cuida, que me admira, que me anima, que me protege, amores de los padres, de los hijos, los amigos, los esposos.

8 sept 2010

La Libertad y el Amor (II)

Tomada de Internet



En el amor incluimos un instinto biológico, un sentimiento de solidaridad o de compañerismo con los demás, una necesidad de protección al sentirnos algo tan pequeño en el universo, un deseo de proteger al tiempo que nos reafirmamos ante el otro que es desvalido, la satisfacción de que todos sepan que hacemos actos generosos, todo ellos lo catalogamos como amor, junto con toda clase de sentimentalismos y emociones aprendidos, sin excluir los apasionamientos movidos por impulsos biológicos, y neurológicos en particular, que nuestra sociedad exalta. A todo eso llamamos amor.

Son necesidades físicas afectivas y mentales que exigen su cumplimiento en el amor, y como las proyectamos en personas, son demandas que dirigimos a los demás. No es extraño que quedemos defraudados cuando aquéllas no responden a estas pretensiones fantásticas. También los demás tienen las suyas, no menos fuertes. Y a todo el entramado de necesidades psicológicas que engendra el error, nos hemos acostumbrado ya. Así entendemos la expresión de los sentimientos. Pero ¿es eso el amor?

Si descubriéramos lo que somos en un instante de contemplación de nuestra esencia sin límites, incondicionada, caerían todos los errores de separatividad, los temores, las envidias, los rencores. Al ver nuestra esencia, estaríamos espontáneamente en el amor. El amor es la expresión en el movimiento del vivir la unidad de conciencia que somos.

Y la unidad luminosa que es nuestra esencia se expande en un estado atemporal de amor. Ese amor no hace concesiones al tiempo, no está en el pasado, en el presente, ni el futuro, y no dura ni más ni menos. El amor no dura nada. Está fuera de la temporalidad. Y habremos de ir fuera del tiempo para encontrarlo. (…) nuestra esencia no está en lo temporal. (El amor) Es eterno, no porque dure mucho, más que una vida humana, sino porque no pasa por el pensamiento y por ello no cae en la historicidad, en lo anecdótico.

6 sept 2010

La Libertad y el Amor (I)

Imagen tomada de Internet. Desconozco el autor.


Aquello que brota de un estado lúcido en el que se halla el amor, no es algo que tengamos que conseguir sino que se da como una gracia. Comprensión, respeto, ternura, surge en nosotros cuando desaparece la actitud de separación.

(…) Por eso ya no me propondré comprender al otro, le comprenderé de manera ineludible; no tendré que tratar de no ser agresivo, ser cariñoso y amable, pues todo eso brotará sin esfuerzo. Se acabarán las falsas representaciones externas y, en esa libertad, las relaciones serán auténticas, amorosas, sin pérdida de la libertad interior, lo cual es imposible concebir cuando se actúa en la zona de la conciencia desde la que habitualmente actuamos los humanos, con todas las exigencias que conllevan esas actitudes programadas desde fuera.



**

Párrafos escogidos del libro La Libertad y el Amor, de Consuelo Martín, el mejor sobre el Amor que hasta ahora he leído; con la excepción de Un Curso de Milagros, que fue, y que seguramente siga siendo, el primero para el resto de mi vida. Al menos de esta vida, que de otras... quién sabe.

Para no alargarme he decidido colgarlos en sucesivas entradas; según me vayan saliendo al paso a propósito de... cualquier cosa. Según los días y las horas...

5 sept 2010

Los nadies.

Sueñan las pulgas con comprarse un perro. Y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte, pero ni en lloviznita cae la buena suerte, ni hoy, ni mañana, ni... nunca, por mucho que a los nadies les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba, los nadies, los dueños de nada, los hijos de nadie, los ningunos, los ninguneados, que no son, aunque sean, que no hablan idiomas sino dialectos, que no profesan religiones, sino supersticiones, que no hacen arte sino artesanía, que no tienen cultura sino a lo sumo folclor, que no son seres humanos sino recursos humanos, que no tienen nombre sino número, que no figuran en la historia universal sino en la crónica roja de la prensa local, los nadies que cuestan menos que la bala que los mata.




No son libres los caminos del éxodo humano. Inmensas caravanas andan por el mundo, caravanas de fugitivos de la vida imposible, que huyen de las guerras, pero sobre todo huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados.

Las estadísticas dicen que son muchos los pobres del mundo, pero los pobres del mundo son muchos más que los que se dice que son. La joven investigadora Catalina Álvaren Insúa formuló un criterio muy útil para corregir los cálculos: "Pobres son los que tienen la puerta cerrada." Cuando Catalina lo dijo tenía tres años de edad. La mejor edad para asomarse al mundo y ver.




Rubén Omar Sosa escuchó la lección de Maximiliana en un curso, en la Facultad de Medicina de Buenos Aires, y eso fue lo más importante que aprendió en todos sus años de estudiante. Maximiliana, una vieja cascada por los años, los años de una vida larga y sin domingos, estaba internada en el hospital, y cada día desde su cama pedía "doctor, ¿podría tomarme el pulso?". Y él, con una suave presión de los dedos le tomaba el pulso y le decía "setenta y ocho, perfecto". Y ella "gracias, doctor, muchas gracias. Y ahora, por favor, ¿podría tomarme el pulso?". Y así una vez y dos, y otra vez y otra...

Y él, el médico, sabía que su profesión obliga a ser paciente con los pacientes, pero pensaba "esta vieja es un plomo", y pensaba, "le falta un tornillo." Y así, día tras día, ella seguía ofreciendo ese brazo, esa ramita seca, y él continuaba tomando el pulso una vez y otra, tocándola con una presión suave de los dedos...

Años demoró en darse cuenta de que esa mujer estaba pidiendo que alguien la tocara.



La vida según Galeano

evargasrivero 27 de junio de 2009

Canal Encuentro presenta "La vida según Galeano", un ciclo en el que Eduardo Galeano nos acerca su particular manera de ver Latinoamérica y el mundo. El genial escritor uruguayo selecciona y relata los textos más destacados de su obra. Su particular mirada sobre la historia, los hombres, el arte y las pasiones se van entrelazando con imágenes y documentos que ilustran el testimonio de uno de los más atentos observadores de nuestros tiempos. En trece capítulos, Galeano aborda el amor, los niños, el fútbol, las mujeres y otras pasiones que iluminaron su reconocida obra. Sus breves y contundentes relatos van desde pequeños detalles hasta grandes planteos que enfrenta la humanidad actualmente. El recorrido no tiene límites; la guía es la sinceridad y el asombro por los seres y las cosas que nos rodean. Desde un ambiente íntimo y habitual para los escritores, este ilustre intelectual latinoamericano compartirá con la audiencia ideas, relatos y varios de sus textos que confluyen en recuperar la historia y las historias de nuestro continente para saber qué pasado hemos levantado y qué futuro estamos construyendo.

Capítulo 1. Mujeres
Capítulo 2. Niños
Capítulo 3. Los primeros americanos
Capítulo 4. Futbolerías
Capítulo 5. Amares
Capítulo 6. Memorias y desmemorias
Capítulo 7. Hijos de África
Capítulo 8. Los nadies
Capítulo 9. El arcoiris terrestre
Capítulo 10. El miedo manda
Capítulo 11. Mapamundi
Capítulo 12. Te doy mi palabra
Capítulo 13. Mundo se rifa