30 jun 2010

Ex (h)acer vados.


Cuando busqué en el diccionario la palabra "hiperrealismo", encontré que decía que era un "realismo exacerbado".

Cuando busqué "exacerbado", me dijo que esa palabra no estaba en el diccionario... y me quedé cuajada.

No sé por qué me lo diría porque yo tengo la prueba fehaciente de cómo acababa de usarla él.

Además, yo la veo en sus tripas cuando le digo al verbo que se conjugue. Y el chaval, de tan honesto como es, pues va y "participia" divinamente conmigo, y además sin tomárselo como algo personal.

Luego busqué "realismo" y me dijo que es la forma de presentar las cosas como son, sin suavizarlas ni exagerarlas...

Ahora me pregunto cuál será la referencia... y me temo sea tan compleja, que no cabe en el diccionario.

A lo mejor por eso me mintió...


**
Vado: en desuso, tregua, espacio.
Se entiende que ambos, tregua y espacio, estén en desuso a estas velocidades que vamos...

28 jun 2010

¿Y qué decir?


¿Sobre qué...? ¿Sobre qué quería hablarme hoy...?

No sé, estoy inquieta, no me siento bien. Me falta algo, o me sobra, no sé... No ha pasado nada. Quizá sea eso. Que mientras espero que 'me' pase, el tiempo se hace espeso, mi estar es incómodo, mi respirar superficial.

Pienso en la gente que está en mi vida. Sus caras pasan rápido por mi lente y apenas me dejan su aroma. No veo a nadie cerca. Son todos como planetas moviéndose en sus órbitas, como yo en la mía. Algunos extraños la cortan y, en el tiempo que dura el contacto, apenas saboreo su compañía. No me da tiempo. Vienen con sus planes. Quieren que les acompañe, pero no puedo; me perdería en el universo de posibilidades. Me debo a mi sol. Él mantiene la vida en mí.

¿Sobre qué puedo querer escribir yo si mi voz es como un suspiro en el desierto?
¿Para qué voy a repetir lo que ya se ha dicho?
¿Para mí?
¿Quizá para algún despistado que me sienta afín?
Escribir para mí no es un mal ejercicio, la verdad, porque engrasa los dedos y descarga la mente, la entretiene. También me deja en forma para escribir lo que quiera, aunque a veces no sepa qué. Querría ser un canal transmisor de información fundamental. Pero... ¿para qué? ¿Para que me noten y me quieran?

-¿Tú qué me lees, qué opinas?

-Yo?

-Sí, tú. No veo otros ojos puestos en lo que digo.

-Pues que ser notados queremos todos en una u otra medida. Solos no somos nada. Bueno, somos, pero nos sentimos menos. Somos células del tejido humano de la Tierra, y las células son autónomas pero no puede vivir solas, sin contar para nada con el resto. Su mayor sentido, en cierta medida su único sentido, es formar parte de algo que tiene algún objetivo, aunque sólo sea estar vivo e interactuar en la experiencia con otros.

-¿Y por qué llega a hacerse tan necesaria, incluso enfermiza, una tendencia que parece natural?

-¿Quizá porque no nos hemos dado cuenta realmente, de que depende de nosotros mismos que eso no suceda

-¿Cómo dices?

-Sí, es como si no hubiésemos aprendido a usar la potencialidad que llevamos dentro. Nos hacemos adictos a pedir cuando jamás nos hemos sentido colmados en la edad de la inocencia; o en el extremo opuesto, cuando hemos recibido tanto que llegamos a creer que todo el monte es orégano.

La inercia puede volvernos "perezosos" para investigar porque nuestra naturaleza, gobernada por la ley del mínimo esfuerzo, tiende siempre a la economía. Y si no te das cuenta, esa inercia es la que te convierte en un pequeño déspota sin saberlo. O en uno grande, como ya sabemos por la historia.

-¿Entonces me estás diciendo que cuando me siento mal porque no escribo, o cuando no escribo porque me siento mal, eso no es sino un síntoma claro de que todo se reduce a que me creo víctima de algo que no me es dado como espero?

-En cierta forma, sí. La causa del malestar no es la circunstancia en sí misma, sea que no te inspiras, sea cualquier otra cosa. El malestar sólo es un síntoma, un efecto de algo que está más allá de tu vista en ese instante. Y como no sabes, o no quieres identificar lo que realmente es, proyectas la causa fuera y te dices que no te concentras, o cualquier otra que te cuadre con lo que sientes. Difícilmente podrás percatarte así de qué está pasando en realidad.

-Tú siempre tan comprensiva. Lo tienes tan claro que no sé cómo no logras convencer a nadie. Bueno, claro, eso es imposible si ni a mí misma me convences a veces.

-¿Es ahora el caso?

-No, bueno, tiene sentido lo que dices, suena razonable, pero eso no me quita ni un ápice del malestar que de todas formas tengo, sea porque no me inspiro, sea porque ahora me parece que sí, al transcribir lo que me cuentas. Lo que pasa es que cuando me creo perezosa me siento incluso peor, a pesar de que podría relajarme pensando que la causa de mi pereza es que no me siento motivada.

-Es lógico. Aún no te has dado cuenta de tu responsabilidad contigo misma. Aún sigues esperando que alguien llene, afectivamente hablando, alguna parcela de tu vida.

Y no hablo de lo que representaría una pareja o similar, sino del deseo implícito de hallar cualquier manifestación que te alegre el corazón; desde un simple gesto, sea material (un libro) o sea intangible (un abrazo), hasta la cuestión central de no querer prescindir de que las personas escogidas por ti misma, sigan contando con tu presencia, como a ti te gusta que lo hagan, que no es de ninguna forma concreta, pero que tiene indudablemente tu huella.

¿Qué me dices?

-Que de tu voz suena divinamente, pero en la práctica las cosas siempre son de otra manera.

-Sólo porque parecen serlo.

-Claro, es lo que yo digo. Lo sean o sólo parezcan serlo, la cuestión es que producen el mismo efecto.

-Eso es cierto. Pero una imagen es falsa y la otra no. De partida, y quizá durante mucho tiempo, no sabrás cuál es la verdadera... Como sólo tienes lo que hay, te guste o no, tienes que decidir libremente la que quieras y vivir de acuerdo con ella; que eso es exactamente lo que estás haciendo ahora consecuente con lo que escoges creer en cada momento del día. Aunque prefieras pensar que es la atmósfera externa, lo que "no pasa" ahí fuera, lo que te roba las ganas de tantas cosas. No me dirás que a estas alturas tienes un conflicto con la evidencia de esa responsabilidad.

-No, conflicto, conflicto, no tengo, pero...

-Me parece que ese "pero" es la hilacha de uno que no quieres reconocer.

-¡Vaya marcaje...!

-No me preguntes. Mi deseo no es molestarte. Sólo responderte.

-Lo que me dices me deja seca, me paraliza, me hace el efecto de una pereza más grande que yo misma.

-Lo siento. Siento que la perspectiva no te motive, que prefieras negar que ese efecto mental que sientes sólo es un producto tóxico de tus memorias dolorosas.

Si por un instante pudiéramos manejar la información psíquica como maneja un ordenador la suya, podríamos ver el aspecto que tiene realmente su contenido, en diversos formatos, con carpetas e infinidad de subcarpetas, que contendrían los deseos, las necesidades, las expectativas, las emociones, los sentimientos, las ideas, las creencias... así como un largo etcétera de combinaciones insospechadas entre ellas. Con un sistema operativo que vendría a ser como el punto de vista existencial, la perspectiva vital que organiza todo eso.

Procesar toda la información sería un empeño absurdo (o no, pero no entremos en eso). Al fin y al cabo tampoco es necesario para manejarse con todo lo que hay, pues se trataría sólo de buscar los archivos que traducen experiencias indeseables.

Si jugamos con la idea de que podemos organizar nuestro pensamiento emulando a ratos ese procedimiento informático, suena a que quizá nos roboticemos en exceso, a que perderemos la espontaneidad que tanta salsa le da a la vida.

-Eso mismo estaba pensando yo.

-Claro, ya sabes que te oigo llegar. Pero eso ya será cosa tuya, porque obligatorio no es.

-No me dejas respirar.

-Sí te dejo, mujer. Pero piensa que es un efecto simultáneo, porque curiosamente tu duda y tu respuesta vienen de la mano y vierten su información emparejada a tu conciencia. Son amigas desde hace tiempo, lo que ocurre es que lo llevas en secreto porque te da pudor lo que pueda decirte ese señor severo que dices que llevas dentro.

-Ya... Es una pasada mi severo. Me doy cuenta de que él es quien no me deja respirar porque siempre está en pose exigente.

Claro, es que es su trabajo, lo hace muy bien, y no le pidas que haga otra cosa porque no sabe. Es como si te enfadaras con el agua por mojarte. Maneja ideas rígidas y no tiene emociones. Ese sí que parece un ordenador cuando te saca una ventana de "nones" y te pone el "aceptar" debajo.

-Qué jodido es...

-Y ¿por qué usas ese programa?

-No es un programa, es lo que yo siento. Siento que la vida no se parece a lo que había imaginado. Es una sensación que va creciendo con el tiempo y el vértigo que me produce a veces lleva un movimiento uniformemente acelerado. Es horrible. No sé cómo pararlo.

-Es imposible que puedas parar un programa de esas características. No puedes navegar por ti con un programa tan limitante, mucho peor que el Vista. Te pone pegas a todo, y a todo le saca la punta. Quieres que te deje en paz con sus monsergas y al mismo tiempo lo pones en marcha. ¿Qué otra cosa puede hacer sino rendir al máximo? No sirve de nada que intentes controlarlo, impedirle el paso por según qué sitios. Compréndelo, te ha infectado todo lo que has pensado ese día. Y las emociones oportunistas reactivan tus sinapsis. Y tú, sin saber que eres la que hace todo eso...

-Mira, creo que me estás tomando el pelo. Las cuestiones de la mente son mucho más complicadas. Ese símil no me vale. Estás simplificando algo cuya naturaleza es realmente desconocida.

-Ahora creo que te defiendes de mí. Recuerda que yo no soy tu enemiga. Estoy aquí a tu favor, y si no me quieres guardaré silencio. Entiendo que prefieras el programa que te anula y te hace creer que no eres responsable y al mismo tiempo te hace sentir culpable.

La vida es mucho más sencilla, de una simpleza tan sutil y al tiempo tan extensa, que la mente que se extravía en su propia capacidad, no se da cuenta de lo que se pierde por no saber relajarse de sus cuestiones, especializadas en complicarlo todo por razones connaturales a su propio egocentrismo.

Por eso a veces te sientes tan bien y no sabes por qué. En ese momento, la delicia de ser asoma dos palmos por encima de tu cabeza y todo te parece bien como está. No lo entiendes, pero lo encajas en tu contexto existencial. Tienes esperanza porque alguna dosis de confianza te ha sido regalada por una providencia indescifrable.

-Es verdad que durante esos momentos siento que respiro de otra manera. Que paladear la plenitud de cada instante me llena más que cuando tengo un nido de grillos en la cabeza.

-¿Y eso te parece falso?

-¡Me encanta!

-¿Y crees que tú no has tenido nada que ver en eso?

-Pues no sabría decirlo. Me limito a sentirlo y aprovecho al máximo sus efectos.

-Y haces muy bien. De eso se trata. De que aprendas a vivir el mayor número de instantes así hasta que no experimentes incomodidad entre los espacios que medien entre ellos, te parezcan un día, un mes o un año.

-¿Y qué puedo hacer para que ese espacio no me incomode?

-Primero aceptarlo con tranquilidad, porque todo depende del producto final que manejen tus pensamientos. Y ese producto final no esperarás que esté hecho según tus deseos si ni siquiera te tomas la molestia de crearlos.

Nadie puede darte lo que deseas realmente si tú no generas el deseo en ellos. Y nadie puede generar ese deseo si no se siente motivado a hacerlo. Claro que es más divertido pensar que será su cualidad surtirte con un repertorio improvisado que sea de tu agrado. Pero como verás, no suele ser así. Y cuando lo es, nadie te lo garantiza de por vida. ¿Vas a sufrir todas y cada una de las veces que eso pase? ¿Tiene sentido que lo hagas?

-La verdad es que no me gusta la idea de creer que tienes razón, pero en gran medida la tienes.

-Obras son amores y lo demás buenas razones. Mi intención no es darte razones. Tú las tienes de sobra. Son tuyas, y están fundadas. Estoy de tu parte en ese sentido porque sé lo que te pasa. No quiero que pienses que tomo partido por alguien que no sea por ti misma, mas no puedo obligarte a que me creas, porque lo que yo manejo no son creencias, sino el amor que te tengo.

Sabe que me inspira tan sólo la idea de que no te pierdas esta experiencia, esta aventura, esta travesía tan extraña de la conciencia, pues eso mismo me parece que quieres. Pero si quieres otra cosa siempre estaré aquí para orientarte cuando todo parezca irse a pique. O mejor antes, porque cuando estás para una urgencia es mucho más difícil que me oigas entre el ruido de los acontecimientos.¿Entonces?

-¿Qué?

-¿Has decidido lo más perentorio e inexcusable para salir de esas asociaciones que crean un clima tan gris en tus días?

-Lo siento, pero no. Estos diálogos son muy didácticos, pero no me dicen qué es lo que tengo que hacer. Cuando se acaban me quedo yo diría que peor, porque el ideal se me dibuja en el horizonte, pero no tengo barco para llegar a un sitio que siempre estará allá lejos.

-Es que es ideal sólo para inspirarte, para que no te angusties durante esos instantes de aparente vacío, entre los que parece no pasar nada. La ansiedad produce vertidos que a su vez desatan emociones que falsean la percepción del tiempo, y que se aceleran con el programa del juicio que ya mencionamos antes.

Se trata de emular el ideal, pero no la plasmación perfecta, ya que dejaría de darle sentido a la experiencia de vivir aquí, ahora, tal y como lo conoce cada uno. La perfección es quietud y aquí no hemos venido a estarnos quietos, sino a dar de sí todo lo que podamos.

Y los contratiempos están concebidos como los mojones del camino que vamos transitando,que aunque nos parezca mentira lo hemos elegido nosotros, y aunque las coordenadas están en parte determinadas por la herencia y el lugar en el que aparecimos, el margen de maniobrabilidad sigue siendo muy extenso. Como sabes, a veces más de lo que podemos manejar.

Pero esos mojones suelen considerarse como errores de suma torpeza, de inhabilidad manifiesta, por el programita de marras que te empeñas en usar, tanto más, cuanto más se dilata ese espacio de insufrible incertidumbre y desasosiegos varios. ¿Sigues sin darte cuenta de cuál es el primer paso, tan necesario como respirar

Creo que me estás pidiendo que deje de juzgarme. Pero la inercia de hacerlo es más fuerte que yo. Como dices, es automático.

-Te comprendo. Para eso hay un parche que puedes bajarte de la red de las oportunidades. Se llama perdón. Sí, ya sé que te produce risa algo tan sencillo y al mismo tan complicado. Y que es su complicación la que en verdad te hace llegar a las lágrimas, cuyo sabor ya no distingues.

Ese parche tan tonto es mágico. Tú lo aplicas hasta sin ganas y te hace efecto. Parece un placebo, pero funciona. Si arrancas el juicio, conecta el parche para que vayan de la mano el juicio y el perdón. Es así, no tienes ni que dudarlo. No hay planteamiento que valga. Es así, créeme.

O si no quieres creerme, entonces sigue viviendo lo que hay tal y como lo vives ahora, pues es bastante probable que sin saberlo, creas que condenarse es más real que perdonarse. Y seguirás viviendo la vida congruente con esa idea.

Nunca subestimes el efecto adormecedor de la inercia. Llega como si tal cosa y, al poco, se ha instalado en tu casa, se ha sentado en tu sillón favorito, ocupa tu cama por las noches y empieza a consumir y degradar la foto fija con la que prefieres representarte.

Muévete, haz lo que quieras dentro de las obligaciones que en apariencia inamovibles te hayas impuesto. Y deja de esperar encontrar fuera para sentir dentro. Es mejor que primero lo pienses dentro y te lo creas tanto que lo sientas; y que lo sientas tanto que empieces de verdad a reconocerlo fuera en todos lo sentidos, grandes, pequeños o sutiles en que se manifieste.

Y nunca te olvides cuando las cosas parezcan no ir como esperas de que no se trata de juzgarse, sino de preguntarse qué es lo que realmente quieres hacer, ahora y siempre.


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Para Nebroa con Amor.

26 jun 2010

Hinge man.


Había una vez un hombre que, de tan intenso como amaba, contagiaba de alegría a los que le trataban de verdad. Hombres, mujeres, todos querían oír el azul de sus palabras, tan lúcidas, tan intensas, que hasta en la sombra amanecía, sin poderlo remediar.

El nublado que sentían al marcharse él, sólo era ausencia de una calidez que, tan humana como divina, les había tocado al alma. Era amor sin condición, lo que ese hombre sobre todo daba; no obligado, intenso y gratuito, y asimismo lo aceptaban; especialmente las que se dejaban blandamente caer, por entre las mieles de su intimidad.

Los que sin estima llegaban, temían hipnotizarse, pero con él pronto se daban cuenta de que hay un amor intrínseco para no perderse a sí mismos. Amor, al que uno es realmente, para que dé sus propios frutos sin clamar por el de otros.

Y así amaba él, mostrando el amor que era... dando ejemplos que emular, aparte de sus palabras, que nada serían sin congruencia en el hacer de todo aquello que consideraba importante. Por suerte, no estaba exento de errores; prueba inefable de que lo intentaba.

Los que le conocían, decían, que cuando alguien alegra así la vida a la gente, es que tiene duende, una energía creativa que es muy contagiosa. Por eso en sus relaciones, la ponía tan genuina y fresca que... con tan sólo desearlo en serio, uno podía dar un nuevo rumbo a la forma de ver su vida. Y con esa visión, cambiarla; con la certeza de haber empezado a hacerlo...

Cuando alguien no sabe de amor, sólo lo que le han contado, lo que él mismo ha vivido, a menudo con dolor, conoce el regalo impagable que es, que alguien le ame hasta el fondo de sus entretelas... porque ¡qué huella más cálida!, qué huella más serena, más plácida, más... esencial deja en el alma, una experiencia tan buena...

Desde ella, la conciencia ya puede alumbrar a un ser atento a las experiencias, que sabe aún no maneja, y que lo voltean como una ola en un día de resaca, pero que no por eso el baño se le ha de hacer menos plácido.

Se puede mirar muy bien el mar desde la orilla, pero si uno se quiere bañar, el mar tiene su carácter y hay que aprender a manejarlo, porque él no repara en un grano de arena sólo porque alguno de sus vapuleos le hiera. Otros aprenden a surfear con su fuerza y no parece pesarles...

Aquél era un hombre bisagra: un quiebro en la vida de los que deseaban ser genuinos. El amor de aquel hombre que era..., que era tanto amor, cambiaba a la gente y no era apegado. Y aunque nadie quería soltarlo, como el agua entre los dedos se escurría su energía, que para la tierra abonada era, como el aire, el agua y la luz del día.

Cuando el hombre visagra penetra en el alma,
se conoce un antes y un después de su estancia.
El dolor de la impronta es la energía que irradia,
la clase y el nivel de un amor sin palabras.
Quien darse cuenta no quiera, habrá de evitarlo,
mas, quien lo anhele, no dude en invocarlo.

XII. Give or take?



E-Me he enamorado de mí. Me pongo celosa cada vez que alguien viene a conquistarme y por eso le exijo, para disuadirle de todo empeño que no cumpla mis expectativas. Ya sabía yo que eso de oír tanto que hay que quererse a una misma podía degenerar por el otro extremo...

SuperE- Cuando llegas al lugar de la conciencia en el que por fin te descubres y ves tus valores con acierto, con lucidez e inteligencia, se produce tal fogonazo sobre tus "pupilas" que durante un tiempo necesitas llevar "gafas negras" para soportarlo.

Y entonces, en esa semioscuridad que vives con el regocijo de saber que se acaba, empiezas a moverte con torpeza y te separas del verdadero sentido de "ver" que recién has adquirido, y que no puedes usar con perspectiva porque estás "deslumbrada".

Cuando por fin ves sin ellas y te hallas en el otro extremo, te idolatras de tal manera que, al enfocar lo que hay, olvidas para qué se te dio en realidad la luz de tu mirada. Y te quedas absorta, presionada por la belleza que tú has descubierto y que nadie parece capaz de ver en tanto la guardas para ti sola.

Es como un milagro en dos actos: durante el primero tal vez no notes nada: amarse a uno mismo puede hasta ser aburrido si no lo compartes. Durante el segundo, en el mismo arte de compartir, encuentras la auténtica esencia del dar, que es cuando lo haces sin esperar contrapartida. Aunque no puedes ser ajena, es absurdo como objetivo, que el dar de otros también te llegará, de la misma manera que el tuyo les llega a ellos.

E- Me has dejado con la mandíbula floja. No me puedo creer que me haya caído por ese subterfugio que me ha dejado sin perspectiva...

Verás, decir que estoy enamorada de mí sólo fue un prurito infantil por sentirme tan sola teniendo tanto para dar. Pero me doy cuenta también de que en realidad lo que yo doy espera implícita y secretamente recompensa. Necesito que el otro me dé el clima para enamorarme. Porque me resulta obvio que sigue siendo un enamoramiento propio, sólo que a través de la imagen que él me refleja.

Me enamoro no sólo por lo que el otro me muestra de sí mismo, que me entusiasma, y aunque está muy claro que eso es importante en la interacción, lo que más me enamora en realidad es cómo me siento yo cuando estoy con esa persona. Ese es el principal motivo de ir a por más todas las veces y esperar recibir algo, lo que sea que me haga sentir bien.

SE- Entonces, cuando dices que estás enamorada de ti por la presión de tu soledad, reconoces que aún tienes zonas en que la luz te ciega algo, pues no aciertas a ver que en ti está toda la fuerza generadora del amor que puedes sentir realmente. Como si alguien te dijera "ven" y tú no querer usar las piernas para ir. Saber que es allá donde está la vida, pero quedarte sentada acá para verla venir.

Cuando generas amor por ti misma sabes que es para darlo, porque el amor no tiene dueño y es su cualidad extenderse, como el agua, como el aire, como las ganas... De ese modo, el que sientes por ti es el único que puedes regalar a otros, que te corresponderán en diversa medida según lo abastecidos o lo necesitados que se sientan ellos mismos.

En las relaciones, la comunicación crea el escenario de los intercambios sean verbales o de cualquier otro tipo. En él se presentarán los implicados y actuarán con el amor que tienen, el que se tienen ellos mismos, sea amor real, o sea una necesidad de él, en cualquiera de sus grados y manifestaciones.

Si el amor es dar, habrá que dar con gusto, sin esperar nada a cambio. Si se espera contribución más parecerá necesidad de amor que amor mismo. Sería como dar con el agua al cuello: un dar generado para consumo urgente, una energía que puede que se dé auténtica, pero de vigencia finita y que precisa correspondencia porque se acaban las reservas; exigiéndola incluso, cuando de cambiar al otro se trata para que me haga sentir bien a mí.

Con independencia de la relación que se establezca con una pareja, con la familia, con los amigos, con los compañeros, el amor es una premisa que es deseable que esté; a menos que te gusten los conflictos.

Pero si acudes a escena pidiendo en lugar de dando, quien pueda y quiera te dará, pero quien no quiera darte, o no tenga suficiente para hacerlo, o venga pidiendo como tú, puede que sólo establezca contigo una relación de dependencia que le provoque adicción, tal vez inconsciente, que correrá paralela con la tuya, puesto que es su reflejo.

E- Entiendo... Pero... ¿cómo puedo evitar esta necesidad si la siento?

SE- Si te empeñas en hallar la respuesta descubrirás que es el propio sentimiento de necesidad lo que la materializa en tu realidad perceptiva. Y así, sólo puedes evitarla, evitándola, es decir, despojándola del sentido que no tiene, y dándole el que sí tiene.

No hay vuelta atrás. Girar la cabeza no sirve mas que para experimentar parálisis. Delante de ti tienes tu libertad responsable. Tómala, abrázala, es toda tuya. Sé honesta con ella. Es la arcilla con la que darás forma a tus días aquí.

E- Tengo que ir por delante, abriendo camino. Inventando cuanto haga falta.
Nadie vendrá a rescatarme nunca. Nadie puede rescatarme de lo cotidiano con garantías.
La necesidad es una fórmula inventada para no ser cubierta jamás, como estímulo para seguir creando a través de los deseos.


Y ahora que estoy sola frente a mí misma, en mi mano está crear con la energía del amor o hacerlo con la del miedo.
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Imagen tomada de Internet.

22 jun 2010

XI. Desconcierto



El nivel de "desorden" en mi vida es un vivo reflejo del nivel de desorden de mi pensamiento.

Si no veo desorden en él, contradicción, conflicto, entonces tendría que ser feliz.

Pero si no lo soy, ¿cómo sabré qué es desorden?

Me lo dirán muy precisamente los conflictos que voy viviendo: la lógica que les asiste, la contradicción, el tipo de defensa, las razones...

Y entre tanta trinchera, ¿quedará algo de amor?

¿Amor? Pero...¿contaba con él?

Contaba, claro, es lo que le da sentido, pero... parece incompatible: en tanto el amor es unión, cada argumento que esgrimo separa la sutileza de su manifestación.

Puedo acostumbrarme al nivel de desorden de mi vida.
También puedo habituarme al desorden de mi pensamiento.
Al que no logro hacerme es al conflicto en mis relaciones...

Los problemas en la comunicación y el intercambio, que representan todo aquello que "me" pasa fuera de mí, son la traducción directa de lo que "me" pasa dentro de mí.

Dentro es el lugar donde a menudo manejo de forma desordenada pensamientos que no entiendo y que a veces, muchas, no sé qué hacer con ellos ni con todos sus derivados. Y así, mientras me debato o simplemente miro al techo, decide por mí lo perentorio, que me ordena lo que hacer para obtener a cambio otras cosas.

Fuera es el sitio donde veo tantos planos mezclados que a veces no me doy cuenta de las causas, los efectos y las razones, que alimentan los conflictos. Me distraigo a veces al olvidarme de que cada cual vive su película perceptiva de acuerdo a sus pensamientos más o menos inconscientes.

Cuando por bloqueo emocional voy en automático fuera, confusión y distracción suelen salir a escena, colisionando con expectativas que ni sospechaba que tengo. Porque se crían solas a mis espaldas, y el día que me giro por una necesidad repentina, allí están ellas, lozanas, infundiéndome ideas erróneas.

Mis proyecciones tienen la calidad de mi pensamiento: su salud, su fortaleza, su energía, pero también su desconcierto. Y cuando lo veo fuera, no es fuera quien lo provoca, sino mi dentro proyectado.
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Foto tomada de Internet.

17 jun 2010

To live or not to live.


En el lugar del ictus se ha producido un colapso de células entre circulantes y residentes. Los leucocitos tratan de restablecer el tráfico, pero su sola presencia lo atora más.

Diálogo en un lugar cercano a los hechos. Uno eritrocito circulante (I) a otro residente (II), que contempla desde su tejido el accidente cerebral.

Eritrocito I: ¿Qué ha pasado? ¿Por qué está el tráfico cortado? Con la prisa que tengo por depositar en la amígdala cerebral esta molécula que traigo conmigo. Me han dicho que la están esperando para tomar una decisión muy importante.

Eritrocito II: Pues parece ser que la voluntad de este cuerpo intenta aclarar una duda existencial de primera magnitud: no sabe si vivir o matarse. Me lo contó mi primo el eritrocito que cubre la zona prefrontal.

EI: ¡Ay que fastidiarse! Así no hay quien viva. Cada vez nos lo ponen más difícil. Claro, que si quiere morirse nosotros no podemos hacer nada más que resignarnos, pero que no sea porque no contribuimos con nuestro sudor a que no escoja decisiones tan drásticas. Mi jefe me ha contado que este 02 tan puro, tomado en la sierra, hace un efecto inmejorable en las neuronas serotoninérgicas más deprimidas.

EII: Ya... Vaya, pues si no te da tiempo a llegar lo llevamos de cráneo, porque las dudas y el miedo han influido sobre la presión arterial de tal modo, que se ha estrechado la luz del vaso por el que viajas tú, arrojando al camino las moléculas de colesterol que había en los arcenes.

EI: ¿Y tú cómo estás tan bien informado?

EII: Porque me ha llamado al móvil mi cuñada, la que cubre las coronarias, y me ha dicho que estuviera preparado para esto.

EI: Caray, estás en todo.

EII: Sí, es que mi familia es enorme y como andamos un poco desperdigados por el mapa corporal, nos llamamos a menudo para contarnos qué tal nos va. Siempre fuimos como una piña, ¿sabes?

EI: Entiendo.

EII: Y aquí estamos mis vecinos y yo esperando que los linfocitos restrablezcan el tráfico para volver al trabajo. A mí me han ordenado que no me mueva de aquí, así que si quieres te invito a una caña mientras esperamos.

EI: Mmm... te lo agradezco, pero la verdad es que tengo que llegar antes de se degrade mi carga, así que voy a dejarte y explicarle a aquel Neutrófilo con cara de amable que me dé prioridad, porque si se nos muere la voluntad hasta él perderá el empleo para siempre.

EII: Ufff... Espero que tengas suerte. No me gustaría que acabáramos ahora que hay tanto por hacer, porque las secuelas de este atasco no van a ser pocas: parálisis, depresión, falta de memoria, afasia...

EI: Bueno, no hay mal que por bien no venga. Quizá ahora la voluntad se dé cuenta de que su descontento sólo nos ha traído una crisis que nos va a afectar mucho a todos.

EII: Si sale y no le quedan demasiadas secuelas, quizá se replantee no darle tanta importancia a cosas que no la tienen.

EI: Dios te oiga... Bueno, me voy circulando. Gracias por todo.

EII: De nada, hombre. La próxima vez que pases por aquí, si no tienes tanta prisa, entra a tomarte esa cerveza y te cuento más cosas de mi familia, que sabe de este cuerpo más de lo que te imaginas.

EI: ¡Valeee, hasta otraaa!

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Los glóbulos rojos (o eritrocitos o hematíes) transportan el oxígeno al resto de las células del cuerpo.

16 jun 2010

Desencuentro pasional II.


La tenacidad de tu empeño se nota cuando practicas tus insistencias inasequibles al desaliento.

Pero amigo, puede que le falte un poco de intuición a lo que la orienta, o quizá simplemente sea, que no te duele el "no" por respuesta.


Cuando se está enamorado es distinto, pues siempre parece poco el tiempo sin manecillas. Mas cuando no se está, son buenos los encuentros, pero mejor si los dos están sin duda de acuerdo. Que se complazcan ambos es deseable, y obligatorio que el placer de uno no sea el tormento del otro.
Y es que, en conciencia, no puedo permitirme frecuentarnos sólo porque en algún cajón escondido de tu alma inconsciente, te creas capaz de hacer que un subterfugio de mi amor devenga en magia enamorada.

Tal vez sí, tal vez no, dirás, porque siempre prefieres que yo no pierda una esperanza que sólo es hija de tus emociones.
Es cierto que siento aquí dentro la hermandad de nuestras energías, pero en el núcleo que alimenta la mía, no se contempla el incesto.

Saber que existes me recompensa de muchas formas, pero no te ilusiones con cosas que una vez rotas puedan dolerte.
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Foto tomada de Internet

14 jun 2010

Sentencia.





-Algo de lo que me pasa, no tiene remedio, nunca va a cambiar.

- Es toda una sentencia. ¿Puedo saber qué es...?

-Una parte de mí, siempre estará esperando algo que nunca va a llegar.

-Comprendo... ¿Y la otra?

-La otra, más estable, lo tiene claro y se conforma

-¿Qué tiene claro?

-Piensa que conformarse es el modo de que la insatisfacción no produzca efectos secundarios en el alma.

-Pero... cuando dices que esa disparidad nunca va a cambiar, no sé si sólo lo constatas o también te lamentas por ello.

-No, lamentarme no sirve de nada, por eso me conformo.

-¿Qué es conformarse en realidad?¿Resignarse a no entenderlo y sufrir por ello, o comprender cabalmente que no está en nuestra mano y aceptarlo con alegría como parte del juego de vivir?

-Supongo que las dos cosas al mismo tiempo, aunque comprenderlo me cuesta mucho a veces y por ello termino sufriendo.

-¿Te resignas entonces?

-¿Qué otra cosa puedo hacer?

-Averiguarte.

-¿Averiguarme?

-Sí. Ahondar en ti misma y hallar las contradicciones que resultan de sostener una cosa y la contraria, y que te llevan a actuar a veces de forma errática.

-¿Yo hago eso? No soy consciente...

-A todos nos pasa cuando pensamos una cosa y hacemos la contraria. El actuar se debate entre lo que razono y lo que siento.

-Es que yo a veces no entiendo por qué siento lo que siento, menos aún cuando estoy convencida de otra cosa. Quiero resolverlo, mas no puedo, y concluyo diciendo que el corazón tiene razones que la propia razón no entiende.

-Cierto, la razón no lo entiende, pero puede entenderlo.

-¿Cómo?

-Prestando atención, sin concurso del juicio, a los pensamientos fugaces que viajan por nuestra mente y que por bien conocidos ya no verbalizamos.

-No lo entiendo.
-Son las creencias, estructuras de ideas que hemos ido adoptando desde que tenemos luces y cuyas raíces se hunden en el inconsciente y van desatando las emociones.
-¿Por qué es necesario no juzgase? A mí el juicio me sirve para no cometer los mismos errores.
-Si te juzgas te sientes mal y te ocultas cosas. Observar los errores sin culparse por ellos permite operar mejor en nuestro pensamiento y descubrir aspectos de él con los que ya no estás de acuerdo. En lugar de culpa, te recomiendo que la llames responsabilidad, un término más liviano que deja libre más grados de movimiento.
-No me lo puedo creer que sea tan simple.
-Pues créelo. La idea es simple pero requiere dedicación. Observarse no es algo que puedas hacer sólo a ratos si quieres enterarte de cuál es el problema que te hace daño. Eso no significa que te obsesiones, sólo que de vez en cuando no te quedes sólo con la apariencia, resignada y triste.
-No sé, yo lo veo muy difícil.
-Si así lo ves, así será para ti.
-No me digas eso que me quedo mal.
-No lo hago para que te hundas. No es ninguna advertencia. Es como es. ¿Acaso puedes disfrutar de una película de la que sólo ves pedazos? ¿De veras no sientes curiosidad si se trata de tu vida, una vida en la que puede que no logres ser feliz sólo porque no te conoces lo suficiente?
-No sé... Nunca me lo había planteado así. No puedo evitar sentir cierto miedo al remover cosas de mi pasado que me duelen mucho.
-Pero el miedo sólo es real en la oscuridad de tu insconsciencia. De ella salen efluvios inconexos a menudo descontextualizados, que otros hechos del presente te despiertan por asociación. Si aprendes a tirar del hilo y a manejar la información que destapa sin juzgarla, el miedo se va haciendo pequeño en tanto que la luz va inundando las galerías de tu psiquismo. Y, créeme, conforme te vas conociendo, ya no hay resignación que valga, pues todo va encajando en ese mosaico extraño que es la vida.
-¿Lo sabes porque lo pones en práctica?
-Desde luego que sí. Si no, no te lo diría. La solución no es instantánea, como tampoco lo fueron en su día la formación de los cúmulos de tu mente que no entiendes. Pero si nunca empiezas, y no es posible hacerlo si no crees que algo como lo que te pasa tenga remedio, tendrás todo el trabajo sin hacer y una larga lista de despropósitos aguardándote.
-¿Me enseñarás tú? No estoy muy segura de saber hacerlo sola.
-Haré cuanto esté en mi mano, pero déjame decirte que si tú misma estás convencida de que vas a poder, no habrá nada que se te resista. Mis palabras o los libros que amplíen tu visión, nunca serán nada comparado con lo que tú misma descubrirás cuando sobrevueles tu propio terreno, con la secreta confianza de que conocerte es la aventura más apasionante a la que podrás dedicarte mientras vivas.

Imagen: Maitena Burundarena

A propósito de una entrada de Hécuba.

13 jun 2010

Desencuentro pasional.


No puedes ignorar que yo no he llegado a tu vida para tener una relación sentimental al uso contigo, aunque muchas de las emociones que se han vertido en la nuestra sean tan ambiguas.

De madrugada, un mensaje tuyo decía:"perdona si te has sentido triste por mi culpa".

Déjame contarte que la culpa es tan injusta como una carga que elegimos llevar encima sin más utilidad que la de pesarnos. No resuelve nada y merma la energía, las ganas de hacer cosas por temor al error. El error, ese aliado del que huimos constantemente...

¿Crees que tú puedes tener la culpa de lo que siento? ¿Y cómo, si la que interpreto soy yo? ¿Qué control real puedes tener tú sobre eso? ¿Qué control puede tener nadie sobre nada de lo que otro piense?

La influencia existe, es real, no podemos negarla, pero ¿dónde quedan entonces la responsabilidad personal, la libertad y la buena intención? ¿No quedamos en que todos lo estamos haciendo lo mejor que sabemos, que la ignorancia no es un delito ni siquiera para el asesino? Claro que para la ley de los hombres, sí lo es, porque la ignorancia no te exime de responsabilidad.

¿De qué tiene la culpa alguien que ha sufrido y que no actúa, sino que reacciona devolviendo automáticamente lo que recibe? ¿De su sufrimiento? De ese sólo es responsable, como también lo es de la ignorancia que le mantiene adherido a él.

Si de verdad espero tener fuerzas para arreglar algo, no es con la culpa como podré, en tanto le hace a mi voluntad lo que la criptonita a Superman.

Ya sé que tú estabas ahí como yo, participando, siendo cómplice, pero no creo en serio en mi derecho a ponerme triste para hacerte responsable.

He reaccionado así, con tristeza, cuando he interpretado en ti un cierto desencanto al no aceptar yo una parte de tu aspecto, como tú implícitamente esperas, aunque sea sin aferrarte.

No te engañes: en general todos esperamos ser notados, queridos y aceptados, y esa espera se materializa de incontables maneras, a menudo negadas por miedo, como Jesús fue negado por Pedro.

La libertad de los demás es la única barrera real para la nuestra. A solas con la propia, bien está que las luces y las sombras se distribuyan por ella como cada cual quiera. Mas, por discretos que seamos, no podremos evitar que sus relieves conformen el mundo de nuestras relaciones, que, seguro no ignoras, alimentan la perspectiva de quien pretende conocerse tanto a sí mismo como a sus congéneres.

A mí me gusta estar contigo porque a ti te gusta estar conmigo. Es un proceso circular de la energía: a los dos nos place a medida que se produce el intercambio. Es la afinidad de nuestras emociones, que no tienen que enamorarse porque les basta el simple entusiasmo que produce compartir (se). Nos reconocemos sin que nuestras personalidades entiendan esa familiaridad que mágicamente sentimos.

Cuando estoy contigo, ahora que ya te he visto, prefiero estarlo de la manera más amplia posible, con todos mis sentidos absorbiendo tu presencia y tu luz. Entonces, ¿cómo voy a preferir las letras que me escribas, al todo tú que podría disfrutar si no eligieras mantenerte a una cierta distancia?

Que tu espíritu no se halle ahora en el cuerpo que yo esperaba no debe ser la causa de que prefieras esconder éste porque ya no lo creas un elemento necesario. Me apena que por eso te amputes la libertad de mostrarte.

En este preciso momento ignoro si tu pasión logrará inundar la mía hasta hacerle el amor con el amor que eres. Yo nunca descarto nada del todo, porque nunca se sabe qué nos requerirá la vida cuando se mueven sus piezas.

Y aunque no me empeño, me gustaría que no perdiéramos el resto de lo que puede ser compartido, que sumando resulta que es todo lo demás.

Hay gente a la que le gusta la sal abundante en todas sus comidas. No concibe un plato sin ella, a pesar de que casi todos los alimentos la contienen en diversa medida de forma natural; pero no pueden apreciarlo enfocados como están en el sabor intenso que suele inundar sus bocas cuando saborean un plato.

El sexo en nuestro caso vendría a ser como la sal de la comida, un extra que si no se desea no merma las ganas de alimentarse. Y aún así, nunca descartaríamos su uso por si un día hiciera falta.

No sé si me explico... porque en realidad tú y yo no somos hipertensos y nadie nos la ha prohibido para estar sanos. Eso dejando a un lado el hecho de que el sexo, como el aire, está en todas partes y no por eso vamos a reprimirlo.

4 jun 2010

Creencias raíces.


Las creencias son unidades de información que se organizan solas formando estructuras de "suave" conexión entre sus elementos -es decir, que se dan con gran facilidad, aunque no necesariamente han de darse- y que se rigen por leyes asociativas de la imaginación, que no de la razón, al decir de Hume, que en su clasificación las llamó de tres formas: de causa y efecto, de contigüidad y de semejanza.

En la base de las estructuras pensantes están las creencias raíces, imbricándose blandamente en los terrenos del inconsciente; que en realidad lo es más por desconocido, que por inaccesible. Con eso sostengo no sólo que es posible acceder a gran parte de él, sino que es buena idea hacerlo si el objetivo es ampliar el panorama consciente y acabar con el sufrimiento, que de forma tan perenne se vive, sin serlo.

La conciencia humana es como un iceberg, así que la mayor parte está sumergida. Las raíces de los terrenos emocionales están inmersos en el líquido, así que a ese nivel, la suave conexión de las estructuras asociativas de las creencias son aún mucho más sutiles. Una sutileza que a veces sólo es la impronta de un tanteo, que dejó su huella inmarcesible antes de diluirse en la nada.

Sabemos que la "lógica" que asiste a la estructura de la imaginación no es nada rigurosa; no puede serlo en tanto permite ciertas asociaciones que en muchos casos derivaron de dificultades no resueltas, por tanto "mal" interpretadas, de nuestras experiencias. Del conflicto entre creencias devienen actitudes incongruentes. Cuando el nivel de satisfacción vital es bajo, lo que pienso y lo que siento a menudo están en franco desacuerdo. Lo que pienso parece claro, mas no lo que siento, que se muestra entre una neblinosa consciencia y una consciente ignorancia, bajo extrañas capas de indiferencia y dolor.

He averiguado que lo que siento no lo siento porque sí. Lo siento porque lo creo desde un terreno muy profundo de mis creencias sumergidas. Las primeras estructuras de asociaciones, por pura inmadurez de mi cerebro, surgieron desde formas de sentir puramente irracionales.
Hasta que mi lógica empezó a funcionar, "malasimilé", por así decir, muchos datos. Me parece natural que un ser preconsciente cometa errores en sus primeras asociaciones. Tiene sentido. Cuando acaba de empezar su baile con el ensayo y el error en pos de los estímulos y de sus deseos preconscientes, entiendo que sobre todo es manejado por su genética y por la influencia ambiental.

Por eso, cuando lo que siento me duele sé que su origen es la parte no resuelta, que se pone de relieve en su contradicción con lo que pienso. Si estuviera resuelta no discutiría tanto conmigo, ni tampoco con los otros, sea literal o figuradamente. Y en tanto me duele, me molesta llevarla a todas partes. Mas no puedo deshacerme de ella. Tengo que escucharla; quiera o no quiera, algún día ella me obliga de alguna forma, a veces agresiva.

Tras comprender las asociaciones, tengo que "romper" a conciencia aquellas con las que una parte de mí se sigue identificando erróneamente. Y tengo que hacerlo porque no estoy dispuesta a que algo que me programa desde el inconsciente, lo siga haciendo hasta el final de mis días aquí. Si no puedo suprimirla, tengo que resolverla. Pero no puedo resolverla si no la conozco. Y no puedo conocerla si no me sumerjo en las capas de mi pensamiento.

Hacerlo me da miedo, sobre todo en los comienzos, por creencias erróneas que lo avalan.
Pero si no lo hago, el miedo seguirá ahí, más o menos presente, en función de mi capacidad para evadirme de él y refugiarme en otras cosas. Evadirse por sistema del miedo emocional sólo lo engorda. Y aunque mire para otro lado, por las grietas de mis incongruencias me saldrán todas las goteras.

Somos lo que somos. Lo neguemos o no, ahí está, llamándonos a ser auténticos... Cada cual lo gestione a su modo, desde la serena y lúcida comprensión que da la inteligencia consciente, o a base de pelear con los elementos de la navegación hasta extenuarse y naufragar en la isla desierta de su propia confusión.

Vivir mi vida con un nivel importante de automatismo forja una pseudoconciencia de la insatisfacción que se retroalimenta con las creencias de baja vibración energética que manejo (las lúcidas vibran alto, las opacas vibran bajo). Eso resta lucidez a mi pensamiento y velocidad al acto de decidir lo que prefiero pensar y lo que quiero hacer.

Vivir mi vida con un nivel importante de automatismo, me empuja a dar a otros la responsabilidad de mi sufrimiento. Y si sigo escalando por él, termino apostando por la escasez del amor genuino, ese al que paradójicamente aspiro y cuyos breves rayos me tapan las nubes de mis creencias raíces: Allá donde el pensamiento cree no tener competencias porque su lógica se tambalea hasta considerar que, lo que allí se esconde, no puede conocerse porque no sabe expresarse con palabras. Por eso en los primeros intentos de hacerlo sólo hay balbuceos y titubeos, cuando no negativas de pleno a verbalizarse porque un miedo con demasiadas y profundas raíces me desafía.

Vivir mi vida con un nivel importante de automatismo, arroja al trastero todo lo que me duele, y me fuerza a esquivar su memoria hasta hacerme sentir que ya lo he superado. Como cuando de niña me aterraba ir de madrugada y sola a vaciar la vejiga. Y cuando en el titubeo me dormía de nuevo unos minutos, "feliz" por creerlo superado, la contracción del esfínter me devolvía la angustia intensa que tiene para mí la fuerza de lo pendiente.

Son muchas incidencias. He de averiguar si basta con cambiar las preferencias del programa, si es mejor actualizarlo o instalarme otro que no me llene la vida de problemas indeseables...

Eso requiere resolver antes algunas contradicciones entre lo que pienso y lo que pienso*. Y cuando hacerlo me lleva a identificarme con la pequeñez para sentir que no puedo y justificarme ante mí misma la manera en que no puedo, suelo pedirle a la conciencia superior con la que la mía prefiere identificarse, que me eche un cable, pues entiendo que mi plan no puede estar nunca por encima del suyo.

5/2/2011
* Entre lo que pienso racionalmente, y lo que pienso emocionalmente, que al principio no halla palabras para expresarse, pero que puede y debe hacerlo en caso de conflicto. Interior o exterior, es lo mismo.

3 jun 2010

Contribución a la claridad



La felicidad, bien puedo decir que es una sensación profunda y sincera de satisfacción conmigo misma y con mis circunstancias.

Depurando en el fondo de las emociones veo que los dos pilares de los que manan todas ellas son el amor y el miedo, aunque lo que experimente sea un cóctel con elementos variados de cada grupo.

Si el balance de lo que pienso, de lo que más enfoco, me da miedo, algo en mi perspectiva es un error. Si me inspira amor, entonces no puedo tener dudas. Pero si dudo, sé que el miedo es como la nube que tapa el sol, que me quita la luz que sólo el amor da.

Hay mucho miedo emocional oculto en la parte sumergida del iceberg de mi conciencia.

A veces algo empaña mi dicha y digo no saber qué es. Y aunque sea buena hora para averiguarlo, hacerlo suele darme algo de miedo por los pensamientos a los que doy más crédito. Generalmente por cosas de una libertad responsable que es mía pero que me sigue dando miedo asumir. Precisamente otra vez por los pensamientos a los que doy más crédito.

¿Y por qué les doy tanto crédito?

Porque están en la base de mi pensamiento. Se llaman creencias-raices y tienen grandes y profundas conexiones con las primeras improntas que experimenta la mente de un ser preconsciente.




Para el baremo de C.B.Dompablo