Descorchó una botella de vino, encendió la chimenea y mientras bebía, contempló absorto como ardía el manuscrito.Kum*
Sus escritos ya cumplieron. No nacieron para trascender. Fue la labor de parto lo que les dio sentido. Malena.
Final de trayecto. No sé si por humildad o por vanidad. En cualquier caso por voluntad.
Gracias a todos los testigos lacónicos de mis letras.
Hasta siempre.
10:10
Pero como el humor es atributo del amor, no ha lugar el desaliento, porque en verdad tan solo estoy respirando. Y es que la carta Zen de hoy tiene mucho de todo.
Ya eres un iluminado. Ahora sólo necesitas saberlo.
¿Qué es el ¨Zen? Vender agua junto a un río.
Cuando camines, camina. Cuando te sientes, siéntate. Cuando comas, come.
El obstáculo es el camino.
*
8 de abril.
La dualidad de la vida no está para hacernos sufrir sin ningún motivo sino, como mínimo, para permitirnos saber que el sufrimiento no es dañino. Si lo abrazamos sin miedo, el sufrimiento deja de ser doloroso y prácticamente se vuelve inexistente. Cómo nos afectan las cosas está básicamente determinado por el significado que le damos a éstas. El profundo conocimiento de que no hay nada a nuestro alrededor que esté en contra de nosotros o que sea contraproducente con nuestro crecimiento y aprendizaje sirve como un escudo protector impenetrable. Está presente de manera natural en la conciencia de la unidad, donde no existe ninguna necesidad de defenderse.
La ¿dificultad? del Zen es que para la mente racional representa una "lógica" a la que parecen faltarle premisas; y para la mente emocional sus frases pueden resultar en exceso crípticas.
Se me ocurre que para ¿remediar? tal "cojera", cada una de esas partes mentales tendría que aportar su pata a la ecuación, atención/intención, tan olvidada ella y al tiempo tan necesaria para manejar una vida congruente con quien a uno le dé la gana ser, si es que le alcanza serlo.
Se me ocurre también que sin la atención y la intención consensuadas en uno mismo y en la interacción con el otro, antes o después le provocará un ir a la ¿deriva? en lo cotidiano, así como en el cómputo de sus semanas, meses o años.
Claro que la sensación de ir a la deriva puede ser incluso deseable; o parecer a bote pronto bastante inevitable. Dios me libre de apuntar a lo contrario... porque a veces ciertas formas de vivir la vida y de vivirse en ella, me resultan francamente complicadas. Aunque, ¿paradójicamente?, las más de las veces que yo haya visto, entre las cuales he de incluirme, pertenecen a seres que gozan de bastantes privilegios en el conjunto global de los dones del planeta. Privilegios siempre relativos en un contexto egóico u obliguil.
Sin embargo, a mí me pasa que tengo que entender lo que vivo, así como comprender lo que entiendo (algo así como sentir, pero con inteligencia, y esto no es negociable) siquiera sea intuitivamente, para quedarme en paz conmigo misma y con las circunstancias.
Hace tiempo que creo, y no digo nada nuevo, que la felicidad, en tanto actitud, es imposible sin paz emocional. Con eso no sostengo que la paz emocional necesariamente haya de estar reñida con la intensidad ni con la cantidad de experiencias emocionantes; a condición, me parece, de que uno sepa manejarlas. O no sepa pero no le importe darse porrazos.
Porque... si le importa..., entonces no sé por qué no ha de considerar sus errores como benditos ensayos para calibrar un manejo de esas experiencias más acorde con su grado de tolerancia sensible, en lugar de muescas indeleblemente vergonzantes que le denigran o anulan de alguna forma.
De otro lado se sabe, aunque no todos lo hayan razonado por sí mismos, que los estímulos repetitivos producen un mayor y más rápido acostumbramiento a la sensación que nos desata. Y eso, ¿menos mal?, rige tanto para el dolor como para el placer. Todo lo cual implica que: o bien aumentamos algún parámetro (velocidad, intensidad, ritmo...), o bien cambiamos de estímulos. De lo contrario, el hastío como poco será bastante probable.
Qué se le va a hacer. Son gajes del oficio de sentir como prioridad en la vida...
A lo que iba, que desde las ramas me he ido a otros troncos: que el Zen es endiabladamente inasible si se quiere interpretar desde uno solo de nuestros hemisferios.
La mayor ventaja que le encuentro a esa dificultad es que es ella precisamente la que mantiene sus mensajes frescos y libres de nuestras manipuladoras y/o corrosivas manazas interpretativas.
Convertir en ideal la persecución del bien es como querer desembarazarse de la izquierda doblando constantemente a la derecha, un camino en círculos.
Entonces será realmente libre de disfrutar de todo lo que posee, o que no posee, pero sin ser poseído a su vez. Porque hoy en día no se tienen objetos, son los objetos los que le tienen a uno. Usted no consume servicios, los servicios le consumen a usted. No mantiene relaciones, las relaciones le mantienen a usted. No tiene pensamientos, sentimientos o sensaciones, los pensamientos, los sentimientos y las sensaciones le poseen y a veces le atormentan.
He retocado algo el texto, pero puede que siga siendo intraducible. No importa.
Este apartado es personal: transpersonal quizá debiera llamarlo. Y entiendo que no se entienda. Mas como es mi plataforma para aclararme yo misma, no pienso demasiado en si suscito o no interés en los potenciales observadores de mis procesos internos.
Encuentro lo que elijo.
No necesariamente todo de golpe, es obvio. Más bien... como a latidos, oscilaciones o vibraciones, que van dando forma a esas elecciones mías que me hacen pensar esto, hacer aquello, actuar en suma.
No sé cómo lo expresaría cada cual caso de hacerme traducible.
Mi testimonio es que esa forma de irse conformando los distintos relieves de mis experiencias, producen en mi atención un efecto como de película, pobladita de fotogramas que puedo manipular a placer con el fhotoshop de la memoria.
Amplío uno cualquiera, lo enfoco y desde ahí comienzo a rodar otra película, por supuesto que mental, que me creo hasta el extremo de cambiar mi voluntad congruente con el argumento de esa nueva película que sólo está en mi cabeza.
Por ejemplo, cuando me siento una víctima de algo, lo que sea: de que llueve demasiado; de que la gente se cuela en la tienda o en el tráfico; de que me duelen las cervicales o los meniscos; de que mengano o zutana saben tocarme las gónadas a distancia...
Todas esas cosas, grandes, medianas o pequeñas, que me pasan, y que van destilando ira que me trago de incierta forma, y que no siempre puedo procesar.
No puedo esperar tener buenas digestiones de mis experiencias si son esas las energías que me mueven y que además yo permito que lo sigan haciendo por obra y gracia de mi inercial afán.
Claro es que nada me impide sentir incomodidades, siquiera para confirmar por enésima mis premisas de partida: que soy esa víctima de marras y/o que el mundo está en mi contra. Esto, siempre en porcentajes fluctuantes a cargo de lo cotidiano: de lo que "me" pase, de lo que "me" hagan, de lo que"me" digan, de lo que a mí, me, conmigo.
Siempre desde un punto egocentrado desde el que voy juzgándolo todo sin excepción.
Al fin y al cabo lo que interpreto es lo único que me importa. Tanto si interpreto yo, como si entrego a otro todo mi crédito.
Y en ese irme encontrando lo que voy eligiendo, por las mismas, cuando no me gusta, voy negando que lo haya elegido yo. Porque... muy pocas veces se parece a lo que yo he imaginado. Tanto menos cuanta más ira riegue mi pensamiento.
No me doy cuenta de ese desdoblamiento y ampliación del fotograma que me hace vivir mis experiencias como películas propias, obviando en gran medida que he de habérmelas con las películas mentales de otros, y que todo a la postre se reduce a un baile de interpretaciones.
Si eso es así, comprendo que haya tantos conflictos... Menuda escalada de "no te, no me, soporto" sumando efectos a escala mundial...
Hoy creo que el único nexo que reconozco auténtico, en los fotogramas que experimento en mi vida, es un sustrato de lo amoroso (incondicional e incausado, amor por amor mismo): tan fosilizado otrora, como húmedo y saciante ahora.
Me gusta el contacto con ese nexo. Y ahora que sé que lo llevo dentro, no pienso perderlo de vista.